Italia, Ecuador, Chile, Nepal… Todos recordamos los terremotos que han sufrido estos países y cuyas imágenes producen conmoción. Y todos tenemos muy presente todavía el terremoto de Loca de hace apenas unos pocos años. Casas destruidas, comunicaciones cortadas y vidas humanas bajo los escombros. Tras el pánico y el sufrimiento, viene el rescate, pero no solo el rescate físico sino también el rescate de las propiedades, es decir, la reconstrucción.
“Tras el terremoto de Chile de hace varios años, se pudo reconstruir el 80% de los daños porque ese país tiene un alto nivel asegurador”, dice Alicia Abad, presidenta de Delta-Re, una compañía reaseguradora con sede en Caracas.
Cuando sucede una catástrofe, las compañías de seguros tienen que afrontar unos costes altísimos, costes que no pueden asumir si no hubiera reaseguradoras. El reaseguro, como su nombre indica, consiste en dividir en partes más pequeñas el volumen de los inmuebles asegurados.
Si no se hiciera así, las compañías de seguros quebrarían periódicamente porque no podrían asumir el impacto económico de algo tan azaroso y a la vez tan devastador como un terremoto, un tsunami o una inundación.
Pero claro, las compañías reaseguradoras también deben obtener cierta compensación de su riesgo. Viven de que las grandes empresas de seguros les ‘cedan’ parte de sus primas. Las primas son los ingresos que les pagamos por nuestros seguros del hogar, o seguros civiles.
A su vez, para minimizar el riesgo, las reaseguradoras dividen entre otras reaseguradoras el posible coste de afrontar un desastre natural. Es una cadena que se extiende por todo el mundo.
De modo que cuando sucede una catástrofe natural como el terremoto que acaba de sacudir Amatrice, en Italia, se ponen en marcha cientos o miles de compañías de seguros en todo el mundo para afrontar la reconstrucción de los bienes inmuebles. En España también lo vivimos en Lorca.
El Consorcio de Compensación
Pero no siempre están aseguradas todas las casas o edificios. ¿Quién les ayuda a recuperar sus inmuebles? El estado pone en marcha el Consorcio de Compensación. Es un fondo público que se ocupa de mitigar de forma inmediata la destrucción producida por estos desastres.
Está compuesto por la cantidad que se detrae las pequeñas facturas de millones de ciudadanos. De hecho, basta mirar la letra pequeña de los seguros del automóvil para ver cómo aparece un apartado que dice: Consorcio de Compensación.
“Pero no todos los países cuentan con Consorcios de Compensación”, dice Alicia Abad. “Si la catástrofe es muy grande, el Consorcio no tiene fondos suficientes para cubrir el desastre”, añade.
Por ejemplo, en el caso del tsunami producido por un terremoto en Japón en 2011, el Consorcio de aquel país no pudo cubrir toda la destrucción. Además, había muchas casas que no tenían seguros. Resultado: hoy miles de familias japonesas viven en alojamientos temporales, porque no han podido reconstruir sus viviendas.
La última esperanza
En esos casos, el último recurso es la solidaridad internacional. El terremoto que sacudió Haití en 2010 destruyó los bienes inmuebles de un país que tenía un pobre sistema asegurador. Al final, muchos países destinaron ayudas para reconstruir Haití.
Por más que el hombre quiera planificar sus ciudades, siempre estará sometido a la ira de la naturaleza, la cual destroza sus bienes y propiedades: terremotos, tsunamis, mareadas, tormentas, inundaciones, fuegos…
Afortunadamente, desde que se inventaron los seguros, siempre existirá una fórmula para poder resurgir después de esos desastres. “Es uno de los grandes signos de la civilización”, dice Alicia Abad. Los seguros y reaseguros.