En un pueblo de Murcia defraudar al seguro estuvo cerca de convertirse en costumbre popular. Dos vecinos, cerebros de una trama, organizaron una red que presuntamente simulaba accidentes de tráfico con todo aquel paisano que quisiera ganarse unos euros engañando a su aseguradora.
El 'modus operandi' era, sobre el papel, sencillo: ir con dos coches viejos o incluso ya golpeados a un polígono poco transitado, lejos de miradas curiosas, y hacerlos chocar entre sí. Después, simular diversas lesiones con la connivencia de un médico cómplice, que les proporcionaba supuestos partes falsos, y de un abogado que les “asesoraba”. Con la coartada de la lesión y la fachada del coche dañado, presentaban un parte al seguro y se llevaban una suculenta indemnización, que variaba en función del daño elegido desde los 3.500 a los 17.500 euros. Al vecino que le había tocado ser parte “culpable” de la fingida colisión, se le daría en otro momento la oportunidad de ser afectado. Así la red se extendió hasta llegar a los 400 partes periciales presuntamente fraudulentos.
Los cabecillas se llevaban el 50% por coordinar todo el proceso. “Rara es la persona que te cruzas que no te diga que le ofrecieron 500 euros por dar parte”, reconoce en una grabación uno de los miembros de la estafa aún en investigación, y por la que se ha detenido a 61 personas. El caso ha afectado a numerosas aseguradoras, entre ellas a Línea Directa, que calcula en 300.000 euros el dinero defraudado solo a ellos. “Era una banda muy estructurada, tenían muy bien pensado el proceso”, explican fuentes de la empresa.
Una tendencia en alza
Casos como este, donde el fraude tiene detrás una trama organizada, son cada vez más comunes y preocupan especialmente a las compañías por su especialización y peligrosidad. Este ejemplo es representativo de la organización que suelen tener las bandas: existe una sofisticación del proceso, cierta jerarquía en la praxis e implica normalmente accidentes de coche y daños corporales, las clases de siniestro con las que más dinero puede obtenerse.
Según datos de AXA un 1% de los fraudes los realizan bandas organizadas con una media de 6.000 euros
Aunque en términos absolutos las compañías señalan que el número de casos es muy bajo, sí son significativos por el dinero que defraudan. Según datos de AXA, del 1,37% de fraudes que se cometieron en 2015, solo un 1% lo llevaron a cabo este tipo de defraudadores. Sin embargo, la media en las estafas de las tramas está cerca de los 6.000 euros, muy lejos de los 600 que suele llevarse (o intentarlo) el defraudador ocasional u oportunista: personas individuales que dan un parte falso o exagerado a su seguro.
En esta compañía han experimentado un aumento del 500% en este tipo de defraudador: de 7 casos en 2013 a 82 en 2015. Los motivos que encuentran son, en parte, por la mencionada especialización, pero también por la inversión que las compañías están haciendo en métodos para detectarlas.
Tramas delictivas, las más peligrosas
Existen, sin embargo, distintos tipos de profesionales del engaño organizado. En primer lugar, como el abogado del caso precedente, aquellos cuya profesionalización viene derivada de formar o haber formado parte del mundo de los seguros o de su entorno, lo que los convierte en conocedores de los «huecos” que tienen para aprovecharlos en su beneficio.
En otros casos, se trata de mafias o grupos de criminales cuya forma de vida es la delincuencia y que han encontrado en este sector una nueva forma de hacer dinero. Sobre estas, además, las aseguradoras alertan: son socialmente peligrosas. Se refieren, por ejemplo, a un caso reciente de una banda organizada que contactaba con mujeres embarazadas para hacerlas abortar con sustancias químicas y después simular un accidente del coche para justificar la pérdida del bebé. También, otra que convencía a personas para que se amputaran un dedo (ellas mismas) y luego tramitaban y asesoraban en el proceso del fraude, llevándose, además, la mayoría del importe de la indemnización.
Normalmente hay un cerebro que conoce muy bien el mundo del seguro y hay 'conseguidores' que encuentran a alguien con necesidades
Menos peligrosas pero más sofisticadas son las tramas tecnológicas, un fenómeno reciente que utiliza herramientas electrónicas para, por ejemplo, suplantar identidades y crear múltiples pólizas que luego se utilizan para reclamar pequeños siniestros que no requieren comprobación.
Todas ellas se caracterizan por desarrollar una “industrialización” del proceso delictivo: “No cometes un solo fraude, si no que creas un sistema para que se repita”, explica Arturo López Linares, responsable de Gestión de Fraude de AXA. Además suelen tener el mismo patrón jerárquico: “Normalmente hay un cerebro que conoce muy bien el mundo del seguro; después hay 'conseguidores' que encuentran a alguien con necesidades en su círculo de amigos o amistades, y luego están los que finalmente cometen el hecho, que suelen ser los que menos se llevan”.
Coches y daños corporales, los preferidos
Los fraudes relacionados con automóviles y daños corporales suelen ser los más habituales en general, y también entre las tramas, porque es donde se perciben mayores indemnizaciones. Además, para llevarlos a cabo son necesarias varias personas: al menos un conductor, una víctima y en ocasiones también un testigo.
Habitualmente estos coches se adquieren en el mercado de segunda mano o en el extranjero, cambiándoles el número de bastidor. Después se les asegura como si fueran nuevos, aprovechando compañías que no verifiquen presencialmente el estado del automóvil. Pasado un tiempo del contrato de la póliza, para no hacer sospechar, se comete el fraude.
En el momento del accidente, la casuística es tan amplía como permite la picaresca. Recientemente se ha puesto de moda lo que se ha denominado como «el timo de la rotonda», llevado a cabo por varios grupos en distintos puntos de España. Consiste en que el coche «estafador» circula por el carril externo de la glorieta, esperando a que un automóvil del interior salga para impactar con él. Así, en teoría, la culpa es de quien sale, ya que lo hace incorrectamente. Con esta técnica nueve familiares y amigos estafaron supuestamente 90.000 euros en solo 10 accidentes en Vigo.
Factor humano e informático para detectarlos
Cuando un parte de siniestro fraudulento llega al despacho de un tramitador, depende del olfato que este tenga para detectarlo como algo inusual. “Generalmente los casos que reciben los tramitadores tienen sentido porque son todos muy parecidos, pero a veces hay algunos que les llaman la atención por cualquier motivo y se ponen a investigar”, explican fuentes de la Unión Española de Entidades Aseguradoras (UNESPA) que cada año otorgan premios a las compañías que detectan los mejores fraudes.
En función del tipo se utilizan distintas herramientas dentro de lo que la ley permite
A veces es una lesión que no corresponde con el daño que registra el coche. En otras, una clínica que da partes de una misma lesión por encima de lo normal, o un mismo número de teléfono que se repite en casos similares. El capital humano es, por tanto, fundamental para combatir el fraude, pero la profesionalización de las bandas requiere que cada vez más estas inviertan en sofisticados sistemas para cruzar información o detectar patrones. Una vez fundada la sospecha, recurren habitualmente a detectives para que investiguen el caso y consigan pruebas.
“En función del tipo de investigación se utilizan distintas herramientas dentro de lo que la ley permite”, explica David Sanmartín, detective privado del grupo HAS. «Normalmente se estudia primero los antecedentes del caso, que proporciona la compañía, y luego se trabaja buscando pruebas, por ejemplo, acudiendo con una supuesta lesión a un centro médico sospechoso para ver si te proponen el fraude”.
El objetivo de los investigadores es desentrañar tanto el funcionamiento como la relación de los miembros del grupo y demostrarlo con pruebas. En total les puede llevar de uno a seis meses, en función de la complejidad de la trama, según la experiencia de Sanmartín: “Si han tenido poca frecuencia de actuación, es más difícil probarlo”. Una vez conseguidas las evidencias, las aseguradoras lo ponen en conocimiento de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los encargados finales de desarticular el entramado delictivo.
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